La importancia y necesidad de un cambio de mando. Por Jaime Hales, Abogado y escritor

Escuché a la presidenta de una de las asociaciones de municipalidades de Chile hablar de seguridad. Hablan otros funcionarios de gobierno. Hablan políticos de todas las tendencias. Hablan periodistas que hacen una pregunta curiosa: ¿era buen momento para sacar al General Yáñez de la alta dirección de Carabineros, la policía militarizada de Chile?

Las respuestas son vacilantes, salvo la Ministra del Interior y la de la Secretaria General de Gobierno. Tohá y Vallejo fueron claras: debió irse al ser formalizado.

Mi respuesta es otra: Yáñez debió haberse ido hace mucho tiempo, incluso, me parece que no tenía los méritos para llegar a tan alto cargo. ¿Por qué? Simplemente porque en su ejercicio precedente tuvo conductas que justifican un procesamiento por parte de la Fiscalía, organismo encargado de iniciar las investigaciones que terminarán en las salas del Poder Judicial.

En el ejercicio de su cargo demostró incapacidad total para ejercer sus funciones y conducir a la policía que comanda como General de un modo razonable y eficaz.

Constantemente aparecen policías cometiendo delitos, incurriendo en infracciones, participando en hechos que no deben o directamente interviniendo en fraudes o acciones de ese tipo. Y eso no terminó con el mando de este General.

¿Será miedo de esa autodenominada “clase política” a que los carabineros dejen de cuidarlos en sus barrios o de darles cualquier tipo de privilegios en el trato? O, peor aún, ¿le temen a un golpe de Estado, ahora encabezado por esta fuerza militar que se viste de verde?

Pero, más aún, Yáñez debió irse antes porque fracasó complemente en el ejercicio de sus funciones propias, que es conducir a la policía no sólo sin el grado de deterioro y corrupción que se evidencia, sino con una eficacia de la que no ha dado muestras.

Cuando la derecha alza voces contra el Presidente de la República – lo que no hizo cuando gobernaba Piñera – porque se cometen delitos en las calles, nos preguntamos: ¿Cómo se ejerce la labor de Presidente sino es a través de los organismos encargados de las respectivas materias?

Cuando un funcionario que dirige una dependencia estatal no lo hace bien y no logra sus objetivos o comete delitos o deja que sus dependientes los cometan, se le pide la renuncia.

Ha pasado muchas veces en éste y anteriores gobiernos. Y sigue pasando. Salvo cuando se trata del General que dirige a los carabineros.

Es decir, estuvimos en presencia de un ciudadano privilegiado, no sólo porque en su retiro será beneficiado con una previsión que ofende al resto de los chilenos y hoy tiene ventajas que nadie recibe en la sociedad, sino porque además pudo mantenerse en su cargo siendo ineficiente e ineficaz en el cumplimiento de sus funciones fundamentales.

¿Alguien puede sostener con argumentos que si Yáñez se iba la seguridad se deteriora? Por el contrario, puede caber la esperanza que, dada esta lamentable seguidilla de Directores de Carabineros de Chile en el mismo estilo, que el que llegó pueda querer enmendar rumbos e intentarlo.

El actual gobierno ha propiciado la destinación de cada vez mayores recursos a la policía militarizada, pero ella sigue siendo incapaz de cumplir con sus funciones. Y eso, es porque cumple otras – no siempre bien – y descuida las propias.

Carabineros es una policía de la calle, que sustituyó las policías municipales, para actuar fundamentalmente en la prevención del delito y en las acciones que exigen respuesta inmediata en lo que se llaman situaciones de flagrancia.

Pero no es así: tenemos carabineros dedicados a investigar, debiendo ser ella una función exclusiva de la Policía de Investigaciones.

Los recursos que el Estado destina a través de Carabineros a investigar, en personal y laboratorios, debiera estar en la manos de la llamada vulgarmente policía civil y no de la militarizada. La militarizada debe evitar los delitos y
mantener el orden y la seguridad en las ciudades y pueblos de Chile.

También se distraen recursos en tener a personal policial en labores administrativas, desde recibir denuncias y todo tipo de trámites dentro de la institución. Eso debe estar a cargo de personal civil o de carabineros que por razones de edad o condición física no pueden estar en las calles. Los carabineros deben salir a terreno. Y no permanecer en los escritorios.

¿Es razonable que los carabineros jubilen a los 50 años de edad o menos? NO, sería más propio que cuando alcanzan los treinta años de servicio, salvo que las condiciones físicas no se lo permitan, sean llevados a funciones de administración, pero sin recibir pensión y sueldo, sino sólo su sueldo.

Los gobiernos, los anteriores y el actual, han demostrado una sumisión ante los uniformes que resulta vergonzosa para una sociedad democrática. En lugar de ser los uniformados, policía y militares, los que rindan obediencia a las autoridades, son éstas las que se genuflectan ante los oropeles y las charreteras.

Escuché a la presidenta de una de las asociaciones de municipalidades de Chile hablar de seguridad. Hablan otros funcionarios de gobierno. Hablan políticos de todas las tendencias. Hablan periodistas que hacen una pregunta curiosa: ¿era buen momento para sacar al General Yáñez de la alta dirección de Carabineros, la policía militarizada de Chile?

Las respuestas son vacilantes, salvo la Ministra del Interior y la de la Secretaria General de Gobierno. Tohá y Vallejo fueron claras: debió irse al ser formalizado.

Mi respuesta es otra: Yáñez debió haberse ido hace mucho tiempo, incluso, me parece que no tenía los méritos para llegar a tan alto cargo. ¿Por qué? Simplemente porque en su ejercicio precedente tuvo conductas que justifican un procesamiento por parte de la Fiscalía, organismo encargado de iniciar las investigaciones que terminarán en las salas del Poder Judicial.

En el ejercicio de su cargo demostró incapacidad total para ejercer sus funciones y conducir a la policía que comanda como General de un modo razonable y eficaz.

Constantemente aparecen policías cometiendo delitos, incurriendo en infracciones, participando en hechos que no deben o directamente interviniendo en fraudes o acciones de ese tipo. Y eso no terminó con el mando de este General.

¿Será miedo de esa autodenominada “clase política” a que los carabineros dejen de cuidarlos en sus barrios o de darles cualquier tipo de privilegios en el trato? O, peor aún, ¿le temen a un golpe de Estado, ahora encabezado por esta fuerza militar que se viste de verde?

Pero, más aún, Yáñez debió irse antes porque fracasó complemente en el ejercicio de sus funciones propias, que es conducir a la policía no sólo sin el grado de deterioro y corrupción que se evidencia, sino con una eficacia de la que no ha dado muestras.

Cuando la derecha alza voces contra el Presidente de la República – lo que no hizo cuando gobernaba Piñera – porque se cometen delitos en las calles, nos preguntamos: ¿Cómo se ejerce la labor de Presidente sino es a través de los organismos encargados de las respectivas materias?

Cuando un funcionario que dirige una dependencia estatal no lo hace bien y no logra sus objetivos o comete delitos o deja que sus dependientes los cometan, se le pide la renuncia.

Ha pasado muchas veces en éste y anteriores gobiernos. Y sigue pasando. Salvo cuando se trata del General que dirige a los carabineros.

Es decir, estuvimos en presencia de un ciudadano privilegiado, no sólo porque en su retiro será beneficiado con una previsión que ofende al resto de los chilenos y hoy tiene ventajas que nadie recibe en la sociedad, sino porque además pudo mantenerse en su cargo siendo ineficiente e ineficaz en el cumplimiento de sus funciones fundamentales.

¿Alguien puede sostener con argumentos que si Yáñez se iba la seguridad se deteriora? Por el contrario, puede caber la esperanza que, dada esta lamentable seguidilla de Directores de Carabineros de Chile en el mismo estilo, que el que llegó pueda querer enmendar rumbos e intentarlo.

El actual gobierno ha propiciado la destinación de cada vez mayores recursos a la policía militarizada, pero ella sigue siendo incapaz de cumplir con sus funciones. Y eso, es porque cumple otras – no siempre bien – y descuida las propias.

Carabineros es una policía de la calle, que sustituyó las policías municipales, para actuar fundamentalmente en la prevención del delito y en las acciones que exigen respuesta inmediata en lo que se llaman situaciones de flagrancia.

Pero no es así: tenemos carabineros dedicados a investigar, debiendo ser ella una función exclusiva de la Policía de Investigaciones.

Los recursos que el Estado destina a través de Carabineros a investigar, en personal y laboratorios, debiera estar en la manos de la llamada vulgarmente policía civil y no de la militarizada. La militarizada debe evitar los delitos y
mantener el orden y la seguridad en las ciudades y pueblos de Chile.

También se distraen recursos en tener a personal policial en labores administrativas, desde recibir denuncias y todo tipo de trámites dentro de la institución. Eso debe estar a cargo de personal civil o de carabineros que por razones de edad o condición física no pueden estar en las calles. Los carabineros deben salir a terreno. Y no permanecer en los escritorios.

¿Es razonable que los carabineros jubilen a los 50 años de edad o menos? NO, sería más propio que cuando alcanzan los treinta años de servicio, salvo que las condiciones físicas no se lo permitan, sean llevados a funciones de administración, pero sin recibir pensión y sueldo, sino sólo su sueldo.

Los gobiernos, los anteriores y el actual, han demostrado una sumisión ante los uniformes que resulta vergonzosa para una sociedad democrática. En lugar de ser los uniformados, policía y militares, los que rindan obediencia a las autoridades, son éstas las que se genuflectan ante los oropeles y las charreteras.

PRESENTACIÓN DE ALQUIMIA VITAL, Maru Hernández-Celis

Hola, sean todos bienvenidos para acompañarnos en este día tan importante para nosotros.

Mi primer agradecimiento es para Jaime, mi pareja, por su invitación a escribir juntos este libro, por creer que yo estaba lista para emprender una tarea de esta envergadura, a pesar de ser éste mi estreno como escritora.

Aceptar su invitación, significó un desafío para la realización de un sueño de mi niñez.  

Porque desde que tuve un libro en mis manos quise ser escritora, pero el sueño fue postergado, ya que la vida me llevó por otros rumbos.

 Esto demuestra una primera lección en el camino del Desarrollo Personal: nunca es tarde para realizar nuestros sueños, nunca es tarde para abrirse a nuevas experiencias.

Escribir un libro no es fácil; menos fácil es escribir a dos manos; quizás menos fácil aún, siendo los autores pareja.

Por esto es que valoro con todo mi corazón esta experiencia hermosa, porque el proceso lo hicimos con amor, respetándonos y respetando los puntos de vista, ideas y reflexiones del otro, poniéndonos de acuerdo.

Por más de un año escribimos, nos revisamos y nos corregimos mutuamente, sin conflictos, sin que alguna diferencia nos enojara. Te agradezco Jaime que trabajáramos de igual a igual, aunque tú seas un escritor consagrado y yo una debutante. También te agradezco que a partir de esta experiencia, me hayas animado a plasmar en un libro mis poemas Haikus y me ayudes hoy a que este libro pueda ser una realidad dentro de muy poco tiempo.

Estoy muy agradecida de la Editorial Catalonia que creyó desde el primer momento en nuestro libro y aceptó darlo a luz. Su trabajo y acompañamiento, durante todo el proceso de edición, fue excelente y muy valioso para nosotros.

Agradezco también a Rosa Gianini, que nos hace el gran regalo de presentar nuestro libro en un día tan especial para ella como es el de su cumpleaños. Felicidades querida Rosa.

Sicóloga, sabia, maga, alquimista, trabajadora incansable ayudando a las personas a recuperar su bienestar emocional, a superar crisis, a dar orientación y guía en el proceso de autoconocimiento y desarrollo personal.

Doy fe de esto, porque cuando hace más de treinta años me encontraba en el umbral de este camino, con mi decisión consciente de seguirlo, sentí que mi primera lección debía ser aprender a interpretar mis sueños, para poder escuchar los mensajes de mi inconsciente. Fue entonces, que visitando una librería de Providencia, apareció el nombre de Rosa en un pequeño aviso que anunciaba un taller de sueños. Otra lección en el camino del Desarrollo Personal: estar atentos a los mensajes, a las sincronías; yo necesitaba ese taller y ahí apareció ese cartelito, ofreciéndomelo.

En todos estos años, Rosa ha estado ahí cada vez que la necesito, hasta hoy, cuando requiero una orientación, una guía, una conversación profunda o una ayuda terapéutica, para sanar heridas y avanzar en mi camino.

Gracias Rosa, por todo y especialmente por esta presentación.

Como dice la bajada de título del libro, lo que proponemos es “Un Camino para el Desarrollo Personal”. Esto significa que hay muchos otros caminos, y cada persona irá eligiendo cuál o cuáles va tomando. No hay un orden establecido, las señales están dentro de nosotros y así se manifestarán afuera, apareciendo la persona adecuada para ayudarnos y/o acompañarnos en el proceso.

He transitado por diferentes caminos en este proceso, a lo largo de los últimos treinta y tantos años.

Las herramientas que he elegido, han sido los Sueños, el Tarot, la Astrología, la Mitología, el Yoga, el Reiki, la Magia, el Arte.

Y mucho más.

También la lectura de muchos libros, un taller de autobiografía para recorrer y recordar mi vida y muchos talleres de mujere, para adentrarme en el conocimiento consciente de mi ser femenino.

Además, debo mencionar mis numerosos viajes por lugares de Chile, desde el Norte hasta las Torres del Paine; y por otros puntos de América, Europa y África.

Esos viajes, la mayoría de ellos sola, han sido valiosos maestros que me han enseñado más sobre mí, sobre las personas y sobre las culturas del mundo, con su historia y sus mitologías.

En esos viajes he podido plasmar, en miles de fotografías, no sólo lo que observo fuera de mí, sino también reconocer lo que en ese acto de fotografiar  se abre en mi interior.

Mujeres y hombres sabios han acompañado mi camino. Ya mencioné a Rosa. Pero también, hoy debo recordar a otros que han sido muy importantes: Gonzalo Pérez, Gabriela Rodríguez, Aníbal Bascuñán, Luz Clara, entre otros.

No olvido el maravilloso equipo de mujeres del Centro Tremonhue en San José de Maipo, donde participé durante varios años, en intensos talleres de desarrollo personal. Ese fue un lugar de aprendizaje, de acompañamiento, de sanación, de solidaridad y empatía entre mujeres de diferentes edades, que compartimos nuestros dolores, alegrías y experiencias, con el mismo anhelo de ser nosotras mismas, y avanzar en nuestro autoconocimiento.

Y todo ello, ¿para qué?

Para ser cada vez más feliz al saber quién realmente soy y cuál es mi tarea en esta encarnación.

El camino de autoconocimiento no sabemos cuándo puede empezar. Sucederá cuando estemos listos. Pero, cuando ya estamos transitando por él y adquirimos conciencia de esto, sabremos que sólo terminará el día en que desencarnemos.

Por esto no dejo de buscar, de ir más allá.  Así fue como apareció, hace cinco años Jaime en mi camino, un nuevo ser para compartir conmigo en sus talleres su saber y su sabiduría.

Reencarnación, Ángeles, Misterios de las Religiones, Hablemos del Alma, Las Cartas Sobre la Mesa, fueron algunos.

Y finalmente  Alquimia Vital, taller que duró dos años.

Este taller fue una experiencia fuerte y maravillosa que me permitió llegar todavía más lejos en mis profundidades, en el conocimiento real de mi tarea de vida para esta encarnación.

En el taller aprendí a escudriñar en mis dificultades aún desconocidas y también en mis talentos que no había aprovechado. Fue un avance a pasos agigantados hacia mi meta, la meta que tenemos cada uno de nosotros, en cada vida.

Los participantes pudimos conocer con más precisión y conciencia, quienes realmente somos, qué tareas vinimos a realizar, con la intención y la posibilidad de acercarnos a esa meta final que es la realización personal consciente que nos acerca a la Divinidad, que es de donde vinimos y hacia donde retornaremos finalmente.

Llegué al conocimiento de la Alquimia, con todo lo que había caminado antes.

Esta experiencia real, que viví, que trabajé, que me permitió mirar más allá de todo lo ya conocido, es una muestra categórica de que no importa la edad que tengamos, porque siempre es posible avanzar, cambiar, transformarnos, recuperar nuestra esencia y ser realmente felices, con las luces y las sombras que nos toca vivir.

Y por cierto, sin olvidar que si otros han estado ahí para ayudarnos, nosotros también tenemos que estar dispuestos para entregar lo aprendido a quienes lo necesiten.

Las personas que estamos en el camino de avanzar en sabiduría, tal como las personas ya sabias, no debemos guardar para nosotros lo aprendido, tenemos que compartirlo.

Es justamente lo que  queremos hacer con este libro.

Muchas gracias.

 

PRESENTACIÓN DEL LIBRO ALQUIMIA VITAL, JAIME HALES

Saludo y agradezco la presencia de todos quienes están en esta sala.

Inicio mi presentación agradeciendo a la Fundación Cultural de Providencia, que una vez más demuestra su compromiso con la cultura, entregando generosamente este espacio para la presentación de este libro.

Saludo y agradezco a Maru, mi pareja y coautora del libro. Y a Rosa Giannini por su palabras y por aceptar estar aquí en un día muy importante para ella: como dijo Maru, hoy es su cumpleaños. Feliz año nuevo de la vida, Rosa.

Agradezco a Arturo Infante, a Verónica Vergara y a todo el personal de Catalonia, por confiar en nosotros y asumir la aventura de este nuevo libro que, con casi certeza digo, no será el último.

Quiero agradecer especialmente a mi hija Mariana, por sus gestiones y apoyo para la publicación de este libro y por su ayuda para esta presentación.

Me gusta ver las caras de amigos y parientes, también de aquellos colegas que llegan, de todos y cada uno de los que están aquí presentes.

El escritor no es nada sin sus lectores.

El libro se escribe para ser leído, con el afán de compartir lo que alguien tiene que decir, ya se trate de un ensayo, una novela o un poema.

Skármeta nos cuenta, en la novela que dio origen a la película Il Postino, que cuando el cartero lee la carta que mandó a su novia al poeta con el que conversa, éste lo interpela diciendo: “Pero ese es un poema mío”. La respuesta del cartero es categórica: “el poema publicado ya no es del poeta, sino del que lo necesita”.

Por eso es para nosotros tan importante la presencia de ustedes esta tarde y la lectura que harán de este libro. Sus comentarios serán útiles para nosotros.

Este es un nuevo libro para mí. Hace ya casi sesenta años publiqué mi primer libro, esa vez con poemas y cuentos míos y de Ricardo Salvador, compañero de colegio y amigo hasta hoy aunque nos separe el Atlántico.

Muchos de mis libros los he escrito solo, pero también he participado en la aventura de publicar en obras colectivas. Con otro autor, con cuatro o con 10 o más. Pero nunca había escrito un libro como éste: dos personas que conversan todo, escriben y se corrigen mutuamente, revisan minuciosamente, se dan ideas. Es una obra a dos manos pero de verdad. No es que cada uno escriba su parte o que un par de borradores haya sido reunido como un solo texto. Eso lo he hecho antes. Pero esto ha sido una experiencia novedosa.

Decidimos escribir este libro con la intención de que pudiera serle útil a muchas personas.

Es una obra vital, respetuosa, que contiene información y ejercicios, llena de testimonios que probablemente van a ser internalizados por muchos, pues las vivencias de cada uno, si bien son únicas, también tienen algo de generales. Porque los seres humanos nos parecemos, probablemente mucho más de lo que nos gustaría. Únicos e irrepetibles, gracias dios, pero también muy parecidos.

La psicología y otras disciplinas nos ofrecen clasificaciones en tipos de personalidad. Ello siempre es una generalización, pero nos ofrece posibilidades de autoconocimiento.

En este libro es eso lo que pretendemos: que cada uno descubra de sí mismo lo que es exclusivo y lo que tiene en común con otros, encontrando pautas para su propio camino de desarrollo.

¿Cómo entendemos el desarrollo personal?

Es la expansión de aquella potencia de divinidad que todos llevamos en nuestra esencia, inmersos en la realidad terrenal. Porque el desarrollo de la persona se hace en el mundo real en el que nos toca vivir. No es un acto solitario, sino que necesariamente nos vincula con otros, estableciendo nexos circunstanciales o permanentes. Apuntamos a ser más conscientes de quienes somos, cuáles son nuestras tareas, nuestros recursos, nuestros límites, en suma, a conocernos mejor y por lo tanto abrir las posibilidades de ser más felices. Pues en la medida que nos conocemos podemos actuar con mayor propiedad en el cumplimiento de la misión de vida y con eso sentirnos realizados.

Nunca es demasiado temprano o demasiado tarde para partir. Niños y adultos podemos iniciar el camino y lograr grados de conciencia mayor. Hace veinte o quizás más años, conduje el primer taller de Alquimia Vital. Había participantes de las más diversas edades: desde una mujer de 17 años hasta una muchacha de 86, hombres de 60 o 25, mujeres de toda la escala de años, aunque siempre jóvenes en espíritu. En los últimos años – y allí coincidimos con Maru – los talleres eran sólo para personas mayores de 60 años. Todas estas experiencias han sido riquísimas y es lo que nos motivó a escribir el libro. Ya no continuaré haciendo talleres, sino que a partir de este año he concentrado mi quehacer profesional en escribir y atender personas.

Con este libro, los lectores encontrarán instrumentos útiles para avanzar en sí mismos y con ello enriquecer sus terapias u otros procesos de conocimiento personal que quieran seguir.

Decimos en el libro que “La palabra Alquimia se ha hecho común en el uso de las personas interesadas en los temas llamados místicos o esotéricos u holísticos. Incluso hay quienes, en los tiempos actuales, han intentado apropiarse del término para popularizar ciertas técnicas desarrolladas por ellos mismos, en el ánimo de unir cabos con las más antiguas tradiciones, no siempre con éxito.”

Estamos frente a un acto de transformación armónica de la realidad, mediante el uso de ciertos y determinados procedimientos.

Desde los más antiguos filósofos árabes hasta nuestros días, los alquimistas han buscado la forma de transformar lo imperfecto en perfecto. En términos simbólicos, los metales impuros en oro. Desde tiempos inmemoriales han existido buscadores de la perfección, aun sabiendo que ella sólo se alcanza en el acceso a la divinidad. Mientras, la tarea del alquimista consistirá en ayudar a los seres humanos a aproximarse a ella.

Este paradigma – decimos Maru y yo en el libro –  lleva al ser humano a conectarse con la realidad, no como algo que está dado y es inamovible, sino con la capacidad de introducir desde su experiencia y su creatividad, desde su intuición y su raciocinio, modificaciones que vayan haciéndola mejor para su propia vida.

El ser humano es la integración de la realidad corporal con la realidad inmaterial, donde se contienen la emoción, la mente y la espiritualidad, que es lo que da continuidad a la experiencia al vincularla a la trascendencia o a la divinidad. La Alquimia nos invita a combinar adecuadamente todas nuestras facetas, informaciones, deseos, conocimientos, experiencias, para avanzar armónicamente hacia la perfección. Este no es un aprendizaje teórico, sino una experiencia. Es decir, una persona puede tener una aproximación intelectual, pero ello nunca le permitirá comprender cabalmente lo que es el trabajo alquímico, mientras no lo inicie en la práctica.

Al escribir este libro y entregarlo gracias a Catalonia a todos ustedes, los futuros lectores, no pretendemos más que mostrar aplicaciones concretas que faciliten a cada uno hacer su propia búsqueda. La Alquimia – hemos dicho – es conocimiento de sí mismo, integración de las partes, desarrollo de la conciencia, aplicación en la vida diaria de aquello que descubrimos en nosotros mismos mediante métodos muy diversos.

La Alquimia no es EL camino, sino UN camino.

Cuando se inicia la aproximación al conocimiento de la Alquimia, nos adentramos en lo más profundo de los secretos humanos. Queremos saberlo todo y al mismo tiempo nace la tentación de manejarlo todo, sin darnos cuenta de que ambas cosas son imposibles. Mientras más sabemos, más se abren las perspectivas de información, conocimiento y sabiduría, quedando la meta más lejos de nuestro alcance. “Mientras más aprendo, mientras más sé, tomo conciencia de lo mucho más que me falta por conocer”, dijo el sabio sufí a sus amigos, pues es como querer alcanzar el horizonte, que siempre está lejos y cargado de realidades desconocidas.

Los alquimistas del mundo en todos los tiempos, hemos querido penetrar en la búsqueda de las respuestas que lleven al ser humano hacia la perfección: convertir lo imperfecto en perfecto, lo impuro en puro, lo ignorado en sabido, lo desperdigado en integrado, las creencias en certezas, lo aparente en real, lo inconsciente en consciente. Por eso la Alquimia es rebeldía, ya que se topa con el poder establecido, con las estructuras que apuntan básicamente a estrategias de dominación y sometimiento, donde minorías quieren ser dueñas de todo, manteniendo a las mayorías marginadas de los beneficios de la vida humana. Unos pocos, autoconstituidos en reyes o sacerdotes de dioses de mirada humana, se erigen como dueños de los derechos y dispensadores de las libertades. La fuerza física y la ambición desmedida han sido los ejes principales de la construcción de las sociedades, mientras los “alquimistas”, aquellos que buscamos algo más allá de ese poder mundano para beneficios concretos, intentamos abrir puertas en medio del arte, la creatividad, la espiritualidad, los oráculos, el trabajo interior.

Esta rebeldía ha sido duramente reprimida por siglos y milenios, pero finalmente ha conseguido  abrirse paso y ganar posiciones. El mundo oficial ha sido hostil a esta búsqueda, pero poco a poco han surgido grupos humanos dispuestos a escuchar y a interesarse en ella. De esa hostilidad manifiesta, han surgido miradas de asombro a la ruptura de los márgenes establecidos desde el poder, cuando se rebasa “el desorden establecido” en cuya caracterización encontramos la injusticia, el poder desmedido, la mentira, la violencia, como elementos propios de su existencia.

Cada vez más la humanidad se abre a miradas diferentes, surgen espacios nuevos en los que es posible proponer ideas distintas, se alzan voces invocando principios y propuestas que permitirán, desde la rebeldía inicial, construir un mundo de personas más conscientes.

En 1486, un personaje excepcional como fue Giovanni Picco de la Mirandola, dijo: “El hombre es un intermediario entre las criaturas, el amigo íntimo de los seres superiores y el rey de los seres inferiores, el intérprete de la naturaleza por la agudeza de sus sentidos, por la indagadora curiosidad de su razón, por la luz de su inteligencia, el intervalo entre la eternidad permanente y el flujo del tiempo”.

Sin duda, estamos viviendo una época en la que son evidentes grandes transformaciones. Algunos se han asustado y temen el fin del mundo, las guerras y la destrucción de la humanidad. Otros anticipan tiempos terribles en los cuales la tecnología y las máquinas someterán a los humanos o, un poco menos, habrá ciertos humanos que, manejando las máquinas, podrán controlar la vida de miles de millones.

El ser humano, sin embargo es capaz de hacer grandes modificaciones de la realidad y las que importan son las que nacen de la decisión consciente y voluntaria de reorientar el rumbo imperante.

Esta capacidad de modificar la realidad la llamamos “magia” y los magos son aquellas personas capaces de introducir – ya dijimos, en forma consciente y voluntaria – las transformaciones en todo lo ancho y largo de la experiencia vital humana.

La más grande de las transformaciones es la que hace la persona desde su propia esencia para acceder al camino de la plenitud y la perfección. Esa es la Alta Magia. Esa es la Alquimia Vital.

La propuesta de los alquimistas nos orienta a encontrar el camino para el cumplimiento de la tarea personal. Pues, no hay nada más perfecto que cumplir la tarea para la cual se ha nacido. Y sólo es necesario encontrarla. Eso lo lograremos cruzando el pórtico que se alza frente a nuestros ojos, ese mágico umbral que debemos atravesar para adquirir conocimientos teóricos y prácticos útiles a nuestro propio proceso de desarrollo.

La felicidad es un estado del alma que resulta del cumplimiento de nuestra tarea de vida. Es posible ser feliz en medio de las penas, porque la alegría transitoria, el contentamiento, pasarlo bien, son situaciones puntuales, tanto como las penas, los dolores y los malestares. La felicidad es un estado permanente que se consigue al encontrar la ruta hacia el pórtico final, aunque eso sea en el último momento de nuestra existencia humana.

¿Quiénes son los alquimistas hoy?

Todos y cada uno de nosotros podemos ser magos y alquimistas, al ser capaces de transformar nuestra vida, nuestro entorno y, en algún tiempo, la sociedad entera para alcanzar esa felicidad.

Estamos en los primeros tramos de una nueva Era para la humanidad.

Con la mirada puesta en ella, pretendemos poner nuestro grano de arena para que las personas que accedan a este libro encuentren una orientación útil.

Todos los humanos tenemos un rol que desempeñar en la construcción de un mundo más armónico, humano, respetuoso, en suma, donde todas las personas podamos ejercer nuestro derecho y cumplir la tarea de ser feliz.

Pues como dijo Benedetti, queremos vivir en una sociedad en la que podamos ser felices, aunque no tengamos permiso.

Saludo y agradezco la presencia de todos quienes están en esta sala.

Inicio mi presentación agradeciendo a la Fundación Cultural de Providencia, que una vez más demuestra su compromiso con la cultura, entregando generosamente este espacio para la presentación de este libro.

Saludo y agradezco a Maru, mi pareja y coautora del libro. Y a Rosa Giannini por su palabras y por aceptar estar aquí en un día muy importante para ella: como dijo Maru, hoy es su cumpleaños. Feliz año nuevo de la vida, Rosa.

Agradezco a Arturo Infante, a Verónica Vergara y a todo el personal de Catalonia, por confiar en nosotros y asumir la aventura de este nuevo libro que, con casi certeza digo, no será el último.

Quiero agradecer especialmente a mi hija Mariana, por sus gestiones y apoyo para la publicación de este libro y por su ayuda para esta presentación.

Me gusta ver las caras de amigos y parientes, también de aquellos colegas que llegan, de todos y cada uno de los que están aquí presentes.

El escritor no es nada sin sus lectores.

El libro se escribe para ser leído, con el afán de compartir lo que alguien tiene que decir, ya se trate de un ensayo, una novela o un poema.

Skármeta nos cuenta, en la novela que dio origen a la película Il Postino, que cuando el cartero lee la carta que mandó a su novia al poeta con el que conversa, éste lo interpela diciendo: “Pero ese es un poema mío”. La respuesta del cartero es categórica: “el poema publicado ya no es del poeta, sino del que lo necesita”.

Por eso es para nosotros tan importante la presencia de ustedes esta tarde y la lectura que harán de este libro. Sus comentarios serán útiles para nosotros.

Este es un nuevo libro para mí. Hace ya casi sesenta años publiqué mi primer libro, esa vez con poemas y cuentos míos y de Ricardo Salvador, compañero de colegio y amigo hasta hoy aunque nos separe el Atlántico.

Muchos de mis libros los he escrito solo, pero también he participado en la aventura de publicar en obras colectivas. Con otro autor, con cuatro o con 10 o más. Pero nunca había escrito un libro como éste: dos personas que conversan todo, escriben y se corrigen mutuamente, revisan minuciosamente, se dan ideas. Es una obra a dos manos pero de verdad. No es que cada uno escriba su parte o que un par de borradores haya sido reunido como un solo texto. Eso lo he hecho antes. Pero esto ha sido una experiencia novedosa.

Decidimos escribir este libro con la intención de que pudiera serle útil a muchas personas.

Es una obra vital, respetuosa, que contiene información y ejercicios, llena de testimonios que probablemente van a ser internalizados por muchos, pues las vivencias de cada uno, si bien son únicas, también tienen algo de generales. Porque los seres humanos nos parecemos, probablemente mucho más de lo que nos gustaría. Únicos e irrepetibles, gracias dios, pero también muy parecidos.

La psicología y otras disciplinas nos ofrecen clasificaciones en tipos de personalidad. Ello siempre es una generalización, pero nos ofrece posibilidades de autoconocimiento.

En este libro es eso lo que pretendemos: que cada uno descubra de sí mismo lo que es exclusivo y lo que tiene en común con otros, encontrando pautas para su propio camino de desarrollo.

¿Cómo entendemos el desarrollo personal?

Es la expansión de aquella potencia de divinidad que todos llevamos en nuestra esencia, inmersos en la realidad terrenal. Porque el desarrollo de la persona se hace en el mundo real en el que nos toca vivir. No es un acto solitario, sino que necesariamente nos vincula con otros, estableciendo nexos circunstanciales o permanentes. Apuntamos a ser más conscientes de quienes somos, cuáles son nuestras tareas, nuestros recursos, nuestros límites, en suma, a conocernos mejor y por lo tanto abrir las posibilidades de ser más felices. Pues en la medida que nos conocemos podemos actuar con mayor propiedad en el cumplimiento de la misión de vida y con eso sentirnos realizados.

Nunca es demasiado temprano o demasiado tarde para partir. Niños y adultos podemos iniciar el camino y lograr grados de conciencia mayor. Hace veinte o quizás más años, conduje el primer taller de Alquimia Vital. Había participantes de las más diversas edades: desde una mujer de 17 años hasta una muchacha de 86, hombres de 60 o 25, mujeres de toda la escala de años, aunque siempre jóvenes en espíritu. En los últimos años – y allí coincidimos con Maru – los talleres eran sólo para personas mayores de 60 años. Todas estas experiencias han sido riquísimas y es lo que nos motivó a escribir el libro. Ya no continuaré haciendo talleres, sino que a partir de este año he concentrado mi quehacer profesional en escribir y atender personas.

Con este libro, los lectores encontrarán instrumentos útiles para avanzar en sí mismos y con ello enriquecer sus terapias u otros procesos de conocimiento personal que quieran seguir.

Decimos en el libro que “La palabra Alquimia se ha hecho común en el uso de las personas interesadas en los temas llamados místicos o esotéricos u holísticos. Incluso hay quienes, en los tiempos actuales, han intentado apropiarse del término para popularizar ciertas técnicas desarrolladas por ellos mismos, en el ánimo de unir cabos con las más antiguas tradiciones, no siempre con éxito.”

Estamos frente a un acto de transformación armónica de la realidad, mediante el uso de ciertos y determinados procedimientos.

Desde los más antiguos filósofos árabes hasta nuestros días, los alquimistas han buscado la forma de transformar lo imperfecto en perfecto. En términos simbólicos, los metales impuros en oro. Desde tiempos inmemoriales han existido buscadores de la perfección, aun sabiendo que ella sólo se alcanza en el acceso a la divinidad. Mientras, la tarea del alquimista consistirá en ayudar a los seres humanos a aproximarse a ella.

Este paradigma – decimos Maru y yo en el libro –  lleva al ser humano a conectarse con la realidad, no como algo que está dado y es inamovible, sino con la capacidad de introducir desde su experiencia y su creatividad, desde su intuición y su raciocinio, modificaciones que vayan haciéndola mejor para su propia vida.

El ser humano es la integración de la realidad corporal con la realidad inmaterial, donde se contienen la emoción, la mente y la espiritualidad, que es lo que da continuidad a la experiencia al vincularla a la trascendencia o a la divinidad. La Alquimia nos invita a combinar adecuadamente todas nuestras facetas, informaciones, deseos, conocimientos, experiencias, para avanzar armónicamente hacia la perfección. Este no es un aprendizaje teórico, sino una experiencia. Es decir, una persona puede tener una aproximación intelectual, pero ello nunca le permitirá comprender cabalmente lo que es el trabajo alquímico, mientras no lo inicie en la práctica.

Al escribir este libro y entregarlo gracias a Catalonia a todos ustedes, los futuros lectores, no pretendemos más que mostrar aplicaciones concretas que faciliten a cada uno hacer su propia búsqueda. La Alquimia – hemos dicho – es conocimiento de sí mismo, integración de las partes, desarrollo de la conciencia, aplicación en la vida diaria de aquello que descubrimos en nosotros mismos mediante métodos muy diversos.

La Alquimia no es EL camino, sino UN camino.

Cuando se inicia la aproximación al conocimiento de la Alquimia, nos adentramos en lo más profundo de los secretos humanos. Queremos saberlo todo y al mismo tiempo nace la tentación de manejarlo todo, sin darnos cuenta de que ambas cosas son imposibles. Mientras más sabemos, más se abren las perspectivas de información, conocimiento y sabiduría, quedando la meta más lejos de nuestro alcance. “Mientras más aprendo, mientras más sé, tomo conciencia de lo mucho más que me falta por conocer”, dijo el sabio sufí a sus amigos, pues es como querer alcanzar el horizonte, que siempre está lejos y cargado de realidades desconocidas.

Los alquimistas del mundo en todos los tiempos, hemos querido penetrar en la búsqueda de las respuestas que lleven al ser humano hacia la perfección: convertir lo imperfecto en perfecto, lo impuro en puro, lo ignorado en sabido, lo desperdigado en integrado, las creencias en certezas, lo aparente en real, lo inconsciente en consciente. Por eso la Alquimia es rebeldía, ya que se topa con el poder establecido, con las estructuras que apuntan básicamente a estrategias de dominación y sometimiento, donde minorías quieren ser dueñas de todo, manteniendo a las mayorías marginadas de los beneficios de la vida humana. Unos pocos, autoconstituidos en reyes o sacerdotes de dioses de mirada humana, se erigen como dueños de los derechos y dispensadores de las libertades. La fuerza física y la ambición desmedida han sido los ejes principales de la construcción de las sociedades, mientras los “alquimistas”, aquellos que buscamos algo más allá de ese poder mundano para beneficios concretos, intentamos abrir puertas en medio del arte, la creatividad, la espiritualidad, los oráculos, el trabajo interior.

Esta rebeldía ha sido duramente reprimida por siglos y milenios, pero finalmente ha conseguido  abrirse paso y ganar posiciones. El mundo oficial ha sido hostil a esta búsqueda, pero poco a poco han surgido grupos humanos dispuestos a escuchar y a interesarse en ella. De esa hostilidad manifiesta, han surgido miradas de asombro a la ruptura de los márgenes establecidos desde el poder, cuando se rebasa “el desorden establecido” en cuya caracterización encontramos la injusticia, el poder desmedido, la mentira, la violencia, como elementos propios de su existencia.

Cada vez más la humanidad se abre a miradas diferentes, surgen espacios nuevos en los que es posible proponer ideas distintas, se alzan voces invocando principios y propuestas que permitirán, desde la rebeldía inicial, construir un mundo de personas más conscientes.

En 1486, un personaje excepcional como fue Giovanni Picco de la Mirandola, dijo: “El hombre es un intermediario entre las criaturas, el amigo íntimo de los seres superiores y el rey de los seres inferiores, el intérprete de la naturaleza por la agudeza de sus sentidos, por la indagadora curiosidad de su razón, por la luz de su inteligencia, el intervalo entre la eternidad permanente y el flujo del tiempo”.

Sin duda, estamos viviendo una época en la que son evidentes grandes transformaciones. Algunos se han asustado y temen el fin del mundo, las guerras y la destrucción de la humanidad. Otros anticipan tiempos terribles en los cuales la tecnología y las máquinas someterán a los humanos o, un poco menos, habrá ciertos humanos que, manejando las máquinas, podrán controlar la vida de miles de millones.

El ser humano, sin embargo es capaz de hacer grandes modificaciones de la realidad y las que importan son las que nacen de la decisión consciente y voluntaria de reorientar el rumbo imperante.

Esta capacidad de modificar la realidad la llamamos “magia” y los magos son aquellas personas capaces de introducir – ya dijimos, en forma consciente y voluntaria – las transformaciones en todo lo ancho y largo de la experiencia vital humana.

La más grande de las transformaciones es la que hace la persona desde su propia esencia para acceder al camino de la plenitud y la perfección. Esa es la Alta Magia. Esa es la Alquimia Vital.

La propuesta de los alquimistas nos orienta a encontrar el camino para el cumplimiento de la tarea personal. Pues, no hay nada más perfecto que cumplir la tarea para la cual se ha nacido. Y sólo es necesario encontrarla. Eso lo lograremos cruzando el pórtico que se alza frente a nuestros ojos, ese mágico umbral que debemos atravesar para adquirir conocimientos teóricos y prácticos útiles a nuestro propio proceso de desarrollo.

La felicidad es un estado del alma que resulta del cumplimiento de nuestra tarea de vida. Es posible ser feliz en medio de las penas, porque la alegría transitoria, el contentamiento, pasarlo bien, son situaciones puntuales, tanto como las penas, los dolores y los malestares. La felicidad es un estado permanente que se consigue al encontrar la ruta hacia el pórtico final, aunque eso sea en el último momento de nuestra existencia humana.

¿Quiénes son los alquimistas hoy?

Todos y cada uno de nosotros podemos ser magos y alquimistas, al ser capaces de transformar nuestra vida, nuestro entorno y, en algún tiempo, la sociedad entera para alcanzar esa felicidad.

Estamos en los primeros tramos de una nueva Era para la humanidad.

Con la mirada puesta en ella, pretendemos poner nuestro grano de arena para que las personas que accedan a este libro encuentren una orientación útil.

Todos los humanos tenemos un rol que desempeñar en la construcción de un mundo más armónico, humano, respetuoso, en suma, donde todas las personas podamos ejercer nuestro derecho y cumplir la tarea de ser feliz.

Pues como dijo Benedetti, queremos vivir en una sociedad en la que podamos ser felices, aunque no tengamos permiso.

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Mirar hacia el futuro

En el camino de Acuario
Mirar hacia el futuro
Jaime Hales

La política moderna, debido a la velocidad de las comunicaciones, la intensidad de las necesidades, la sensación de urgencia de los cambios, exige tener los pies puestos en el presente, pero la mirada instalada en el futuro. El juego del tiempo en política debe consistir en conocer el pasado para no repetir errores; estar situado en el presente para solucionar las urgencias; y avanzar hacia la construcción de un mundo mejor en el futuro cercano.

Pero uno de los más graves problemas de la política contemporánea – en todo el mundo probablemente – es que los políticos se instalan sólo en el presente, con sus pies muy apernados y quieren seguir allí, reaccionando ante lo inmediato pero sin saber hacia dónde ir o, mejor dicho, tratando de no ir a ninguna parte, sino quedarse en un presente en el que los cambios pueden ser cosméticos, que no alteren el fondo y los pilares de un sistema . Para cumplir ese objetivo recurren a todos los métodos posibles. Su horizonte es sólo la siguiente elección y sólo les interesa ganar, cualquiera sea el costo que el pueblo deba pagar.

La disputa por el poder es de una intensidad brutal, estando algunos dispuestos a hacer todo lo que esté a su alcance por mantenerse y otros cuanto les sea posible para alcanzarlo. Eso, que ha ocurrido siempre en toda la historia de nuestra actual humanidad (resumamos en los últimos 10 o 15 milenios), no ha cambiado, pese a que muchos quisiéramos que en estos tiempos el poder no sea para servirse de él sino para servir al pueblo.
Pero no es así.

Si miramos la contingencia actual, en el mundo como globalidad, podremos observar que la ambición supera la vocación de servicio y los intereses de los gobernantes olvidan el interés de las mayorías.
El caso de Venezuela es quizás el mejor ejemplo de ello. El gobernante, con su equipo de apoyo, han instalado una dictadura (no diré brutal dictadura, porque todas las dictaduras son brutales) a la cual, como lo hacen la mayoría de los tiranos, quieren darle apariencia democrática. Las últimas elecciones dejaron al desnudo el fraude, no solamente en el 2

recuento de los votos, que fue la “guinda de la torta”, sino en todo el proceso electoral durante el cual impidieron al candidato opositor hacer la campaña como correspondía.

La desgracia es que cuando los caminos democráticos se cierran y la represión arrecia, lo que comienza a justificarse es el uso de la violencia, con el objetivo de impedir la prolongación de la dictadura. Pero eso trae sólo una escalada que no tiene buen final. Cuando el pueblo se siente ahogado, estalla, pero sin conducción democrática, sin canales de expresión, sin liderazgos reales, termina sólo en episodios violentos que, muchas veces favorecen al sistema elitista en curso o en una nueva dictadura.

El caso de Nicaragua es una manifestación clara de lo recién dicho. Para terminar con la dictadura que existía allí, surgió la guerrilla y fue una lucha larga y durísima. Pero eso finalmente trajo, después de breves y tímidos episodios democráticos conducidos por una elite, una nueva dictadura, esta vez ejercida por los que habían luchado contra la dictadura de Somoza. Porque los que usan la violencia, finalmente recurren a ella para resolver todos sus problemas.

Cuba ya tiene su dictadura como forma de vida entronizada. Se temió que estallara una violenta rebelión cuando Fidel dejara el poder. Pero hicieron una transición de personas suficientemente ordenada, porque entre las fuerzas armadas y el Partido Comunista lo controlan todo. ¿Cómo se accederá a la democracia? ¿O esa es una realidad inamovible?
Ninguna de estas dictaduras mira hacia el futuro. Simplemente administran el poder que tienen y no quieren soltarlo.

Y con las democracias elitistas pasa lo mismo. Miran sólo el presente, funcionan sobre la base de encuestas y buscan soluciones inmediatistas. En el caso de Chile se ha llegado al ridículo de reaccionar dictando leyes contestarias a incidentes focalizados. Un perro maltratado, ley. Un niño atropellado, ley. Si miramos bien la legislación anterior a esas leyes emergentes, ya todo estaba cubierto antes. Un claro ejemplo es lo que pasa en el tránsito vehicular. Ante la gran cantidad de accidentes, se rebajó la velocidad en zonas urbanas de 60 a 50 kilómetros por hora como máximo. Pero los accidentes no se producían a 60, sino por los excesos de velocidad, a veces a 100 kilómetros por hora o más en calles de la ciudad o en las autopistas urbanas. Es decir, la ley es innecesaria e inútil. Y eso es porque se piensa con los pies clavados en un presente, sin comprender en el pasado ni mirar hacia el futuro. Para evitar los accidentes, son mejores los mecanismos de control preventivo y las sanciones a la infracción de la ley aunque no haya accidente.
Pero las legislaciones importantes, como el tema de las pensiones, el desarrollo de la educación y la cultura, la participación del pueblo organizado, el desarrollo de las zonas deprimidas del país, la protección del medio ambiente, cuestiones que tienen que ver con el futuro, no encuentran cabida.

Cuando miramos otros países, los grandes y poderosos del mundo, constatamos la existencia de un modo de organizar las sociedades en torno a la economía, de manera que excluye las necesidades de las personas en una perspectiva futura.
Sólo se piensa en el hoy, en lo inmediato y no en organizar las cosas para que la vida se desarrolle de mejor forma; el objetivo es cómo mantener a los ciudadanos adheridos a una forma de vivir que, en lo posible no sea cambiada. Y asegurar que estén lo más endeudados

posible, pues eso los obliga a tratar de que nada se mueva, que nada se altere, para no generar inestabilidad en los ingresos propios y poder pagar todo lo que se debe.

El futuro se visualiza sólo como la mantención del presente.
Las discusiones políticas en la principal potencia mundial entre los dos partidos que se enfrentan en las próximas elecciones, radica en si mirar más el pasado o solamente el presente. Porque su presente y su futuro consisten en “hacer más grande a los Estados Unidos”, es decir, acrecentar su poderío mundial y el enriquecimiento propio, tanto de sus conductores como de la elite que los respalda.

No hay otra mirada. Se persigue mantener el gasto en armas, seguir actuando de modo imperialista para garantizar el éxito de sus negocios, perseverar en la creencia que la felicidad se logra solamente con tener más cosas. Claro, entre los bandos internos en pugna discrepan en el tono con que se harán las cosas. Biden trataba de convencer a los gobernantes aliados y a sus adversarios de seguir las propuestas del imperio. Trump amenazaba: a los aliados con ahogarlos si no obedecían y a los adversarios con destruirlos. El mismo ha contado que cuando un grupo terrorista estaba activando sus métodos, él llamo al Jefe para decirle: “Yo sé dónde viven su esposa y sus hijos”. Y se acabó el peligro.
No interesa, a la inmensa mayoría de los que tienen el poder, otra cosa que los mecanismos de mantención de sus cuotas. Esa es una de las tragedias de la política moderna, sustentada en que se supone que el mundo ya está hecho y que la idea de construir una sociedad en que haya justicia, paz, libertad, fraternidad no es más que una quimera. Los que sostienen los hilos del poder – y con ellos se sostienen a sí mismos – nos quieren restar de la tarea grande de construir un mundo en el que puede haber todo lo que hoy solo tienen ellos.

Miremos el futuro: para eso fijemos nuestras expectativas de una sociedad diferente, donde los problemas puedan ser solucionados desde una ética humanista, con respeto por la persona, orientando nuestras acciones con esos criterios y no con la escala de valores que hoy se nos impone: el individualismo, el materialismo, la ambición desatada, la acumulación de riqueza en pocas manos, la justificación de la existencia de los pobres como un hecho inevitable.
Es necesario terminar con eso.

Algunos hablan de nuevas generaciones, de la necesidad del surgimiento de nuevos liderazgos. Esto no se trata de líderes individuales, sino del surgimiento de organizaciones que sean capaces de proponer soluciones que articulen presente y futuro. Le temo al discurso de que son necesarios nuevos líderes. Porque, la historia lo ha probado, la mayoría de los lideres terminan trabajando para ellos, convencidos de que la historia pasa por su protagonismo. En Chile decimos, cuando sólo se trabaja para el presente, “pan para hoy y hambre para el mañana”. Lo que debemos hacer es completamente diferente.

Lo mismo pasa con creer que solamente basta con abrir paso a los jóvenes. Eso hay que hacerlo, sin duda, pero siempre recogiendo, más que las personas nuevas, las ideas diferentes que abran espacio para las mayorías. En la actualidad podemos ver en muchos sectores jóvenes ciertas conductas que no son más que la expresión del estilo de vida impuesto desde las elites. Observo y constato muchos comportamientos de jóvenes que no valoran ni a las personas con quienes se relacionan ni al sistema democrático.


Porque el tema de la búsqueda de respuestas no depende de la edad: es transversal a todas las edades y a todas las condiciones humanas. Jóvenes y viejos, ricos y pobres, artistas e intelectuales, científicos y campesinos, mujeres y hombres, heterosexuales y homosexuales, todos, todos, podemos crear esa sociedad donde cada uno es apreciado por sí mismo y no por lo que tiene y donde imperan la justicia y la paz.
Es necesario terminar con la violencia. Como decía Jaime Castillo Velasco, la verdadera revolución que requiere el mundo no es violenta ni catastrófica, sino un cambio global, profundo y que actúe sin demoras, pero sin desesperación.

¿Cómo hacerlo para lograr el fin de las dictaduras? ¿Cómo terminar con las democracias de elites para tener una mejor democracia? El objetivo debe ser una sociedad diferente, sustentada como decía, en la justicia, la libertad y la fraternidad o solidaridad. El camino para conseguir está en promover el desarrollo de la conciencia de lo que cada uno puede hacer por el mundo que lo rodea, generar espacios de diálogo y entendimiento, promover la organización social, incrementar y mejorar la formación ética, la educación cívica y el sentido de pertenencia a la comunidad.

Para terminar con las dictaduras la lucha debe darse en el marco de la desobediencia civil y la “no violencia activa”, estrategia que acosa y desespera a las dictaduras. Eso, que popularizó Gandhi hace 80 años, fue usado también para hacer caer al emperador de Persia en los años 70. Y muchos pueblos requieren de organización para hacerlo.

Para terminar con las democracias de elite y crear democracias donde el pueblo participe de verdad, además de lo recién dicho, debe fortalecerse la organización y crear espacios de diálogo social que presionen sobre los esquemas de las minorías. Sindicatos, Juntas de Vecinos, organizaciones de profesionales, agrupaciones de la cultura, movimientos de profesores y estudiantes, en fin, grupos transversales que permitan ejercer un grado de poder al servicio de los intereses de las mayorías.

Lo que hay que erradicar es la violencia en la sociedad, en todas sus formas e invertir en lo que produce bienestar a la sociedad como conjunto.

Alguien me ha dicho, comentando amistosamente mis artículos anteriores, que tengo una obsesión respecto de las instituciones armadas. Es algo parecido a eso.

Mi obsesión es respecto de aquellos que creen que la violencia es la solución de todas las cosas. Mientras sostengamos un pensamiento así, no avanzaremos como sociedad, porque estamos creando bandos enemigos, rabias de unos contra otros, desconfianzas. En la sociedad contemporánea se ve al que piensa distinto como un enemigo.
Otro amigo y pariente me decía hace unos días: “Te has puesto comunista” haciendo justamente alusión a estos artículos en Edicola News. ¿Por qué, primo, me dices eso?, le pregunté. Y su respuesta fue: es que no te gusta el capitalismo liberal. Y claro, no me gusta porque se construye desde la injusticia, dejando al Estado una labor asistencial para suavizar los dolores de una injusticia social que podría evitarse. Entonces se estigmatiza. Porque se divide al mundo entre bloques, sin pensar en que más que buscar un extremo u otro, podamos convertir la línea recta de las oposiciones en una figura que no tenga extremos sino vértices, pero entonces lo que importará no serán esos puntos sino el espacio común en el que podemos convivir.

Quienes sólo miran el presente no se pueden dar cuenta de lo que ha sucedido antes y de cuán excesiva es la duración de la injusticia entre los seres humanos; de cuánto daño han hecho las ambiciones de poder y dinero; de la inmensidad de dolor que han traído las guerras.
El discurso de “tanto tengo, tanto valgo” es la inspiración de la delincuencia, del ladrón callejero, del ladrón de los salones elegantes; del que actúa solitario y del que se organiza para delinquir.

El discurso del “Lo hago porque puedo”, es la típica prepotencia de los poderosos, de los que saben que nada les pasará cualquiera que sea su comportamiento. A nivel de países, puedo decir que eso es lo que ha creído Rusia con su acoso e invasión a Ucrania, luego de la anexión de Crimea. O es lo que ha hecho Estados Unidos de Norteamérica cuando ha intervenido en países de América Latina, “su patio trasero”, ya sea invadiendo u organizando golpes de Estado u otros crímenes. La sola existencia de Guantánamo como centro de prisión y torturas revela su convicción de que no cede ante ninguna presión de los que demandan justicia, libertad, paz, entendimiento.

Israel, con su proceso de colonización del territorio de Palestina y el intento persistente de exterminar a los habitantes que estaban antes de su invasión – fraguada por los poderosos de occidente – reclama del imperio el apoyo para seguir con sus políticas. Débiles reprimendas de un presidente Biden que expresa una cierta dosis de humanismo, pero que no se atreve a impedir que siga ese genocidio, como sí lo ha hecho en otros lugares en que su conveniencia está en favor de las víctimas, revela que más que los principios y valores, a los poderosos los mueve sólo su interés por tener más riqueza y más poder.

Porque olvidan la historia y no saben construir un mundo diferente. Sólo quieren acumular más y más poder.

El camino de hoy tiene que ver con profundizar la democracia.
Eso es mirar el futuro: ¿Cuál es la sociedad que queremos construir? ¿Cómo queremos que vivan las personas en el país? ¿Cómo queremos relacionarnos? Y cuando tengamos esas respuestas, comenzaremos a buscar el hacer eso realidad.

No es una quimera. Puede ser una utopía. La quimera no será verdad porque se basa en presupuestos equivocados. La utopía no existe hoy, pero puede existir. Y es tarea nuestra, de los viejos y jóvenes que estamos vivos hoy, mujeres y hombres, poner la energía al servicio de ello.

Algo más de las Eras Cósmicas

Algo más de las Eras Cósmicas

En artículos anteriores me he referido a la crisis de la democracia en el mundo entero, aunque
particularmente mirando la situación de América Latina y Chile.
En la década de los años 70 había dictaduras militares en muchos países del mundo. Fue el
modelo exportador de los imperialismos, pues mediante la presencia de gobernantes rendidos
a sus pies podían manejar mejor los asuntos de su interés. Cuando algún dictador se pone
díscolo al imperio, éste lo sabe presionar o, por último, lo sustituye por otro. Esto ha sido
posible verlo con claridad en Argentina, Bolivia, Panamá, Nicaragua y Perú con toda claridad.
Cuando estaba vigente el imperio soviético sucedía lo mismo, aunque en verdad, salvo los
casos de Hungría, Checoeslovaquia y al final Polonia, los tiranos locales se portaban bien con
los jerarcas imperiales.

Cuando Pinochet trató de enfrentarse a Washington, las presiones obligaron al dictador a
hacer concesiones, como expulsar chilenos para que fueran procesados por narcotráfico en
Estados Unidos, ordenar investigar en Chile el asesinato de Letelier y declarar no amnistiable
ese delito, generar espacios para elecciones libres y, finalmente, respetar su propia
Constitución reconociendo la derrota en el plebiscito de 1988.

Con Chávez no pudo, pues aunque hizo todo lo posible para lograr su derrocamiento e incluso
movió a los demás gobiernos del continente (Lagos, entre ellos) a apoyar el golpe de Estado
producido en Venezuela, finalmente no pudo y Chávez regresó al mando, pues los militares
venezolanos prefirieron la lealtad – y el pago que recibían por ella – con su jefe de Estado que
la defensa teórica de una democracia que a ellos no les parecía relevante. Porque, sabemos,
a los militares no les interesa mucho la democracia.
Tampoco ha podido con Cuba ni con Nicaragua post Somoza y post Chamorro, donde aún
campean dictadura rebeldes al poderoso.

Pero en el resto, ha ido logrando imponer su modelo de democracia vigilada (o protegida
como decía Pinochet, o semi soberana como la ha motejado en su visión crítica Carlos
Huneeus) y el esquema económico neo liberal que fomenta el individualismo, la disminución
de la intervención del Estado y la entrega del manejo económico al mundo privado.
Chile se ha rendido a sus pies y los políticos no han sido capaces de hacer los cambios
necesarios para que la sociedad vaya avanzando hacia mejores formas de vivir. Para los
sostenedores del modelo norteamericano en nuestro país, eso es lo mejor que nos puede
pasar, confiando en que cuando los poderosos sean muy, pero muy ricos, de la copa rebasada
caerán algunas pocas gotas para las mayorías. Ya está probado que la copa se ensancha junto
con las riquezas de los poderosos.

Si nosotros nos detenemos a observar lo que pasa en el país, podremos ver con claridad que
junto con mantenerse el modelo político y económico, los políticos se han ido aislando de su
contacto con el pueblo y la derecha se ha desatado de modo salvaje para desacreditar todo
intento de cambio. Pero también, con un gran manejo de prensa, se habla de la incapacidad
del gobierno para combatir la delincuencia, insistiendo con desparpajo, que para terminar con
la delincuencia deben intervenir las fuerzas armadas y declararse estado de sitio en todo el
país. La frase es: la democracia es incapaz de defender a los ciudadanos. Es decir, se clama por
la necesidad de una dictadura. Claro, encubierta, tal vez manteniendo un presidente civil, pero
entregando el poder real a los militares. Las críticas a la actual ministra del Interior tienden a
generar la idea de que si se designa a un nuevo ministro todo entraría en calma. Ningún
ministro del interior puede por sí solo detener la comisión de delitos. Un cambio allí no ayuda
en nada si no hay otras medidas antes. La policía militarizada que recibe el nombre de
“Carabineros de Chile” (para diferenciarlo de los carabineros de Italia de donde se copió el
nombre y el modelo hace casi 100 años) pide, directamente y por medio de los voceros de la
derecha, que se les den más atribuciones para actuar contra la delincuencia. Con las
atribuciones que tienen pueden actuar: lo que quieren es licencia para detener sin órdenes,
mantener detenidos más allá de los plazos, disparar sin mediar agresión previa. En fin: tiro
ligero e impunidad como en tiempos de dictadura.

Todos los caminos, como vemos, conducen al mismo punto de llegada: terminar con la
democracia pues ella no es el sistema adecuado para frenar a los delincuentes.
Coincido con muchos en que la concertación y sus sucesores no han sido capaces de cumplir
sus promesas en muchos sentidos. También coincido en que el modelo político, económico y
cultural promueve el individualismo y el aislamiento de las personas, activa más la
competencia que la colaboración y desincentiva a quienes deberían participar en las grandes
decisiones locales y nacionales. La democracia precaria que se nos ha impuesto desde la
dictadura y bendecido por los gobernantes posteriores no se combate con violencia, sino con
más democracia. Es decir, del modelo sesgado de carácter meramente representativo se debe
acceder a un intento de modelo participativo en el cual se combinen las representaciones con
los mecanismos que permitan recoger las proposiciones populares.
Pareciera ser que los grandes problemas del país tienen que ver con la economía y con la
seguridad. Esos son los más notorios, los que aparecen en la prensa y los que ocasionan mayor
angustia en el común de la población. Pero hay temas que exceden de eso y tienen que ver
con los valores que sirven de pilares para la convivencia: temas relativos a la educación, a las

relaciones humanas, al desarrollo de las personas, al respeto de los derechos de los demás, a
la importancia de la vida barrial y comunitaria, a la experiencia de colaboración y no sólo de
competencia. Estas son algunas de las cuestiones centrales que están en el trasfondo de todo
lo demás.

Me explico: si acaso el tema del bienestar económico se convierte en un objetivo por sí mismo,
sin consideración de los otros elementos que señalo, todo parecerá estar permitido pues el
“fin justifica los medios” que se puedan usar. Entonces, las coimas, sobornos, la corrupción de
las personas encargadas de tomar decisiones sobre qué y cómo comprar para el Estado o para
una empresa.

Si para ganar dinero una persona puede instalar negocios lucrativos aunque la ley los prohíba;
o violar las normas que rigen la convivencia simplemente porque puede o porque no hay
sanción suficientemente dura; entonces, parecerá que cualquier cosa es posible y los permisos
requeridos – por ejemplo para portar armas, para construir, para instalar negocios que
requieren control sanitario o de protección el medio ambiente – no tienen importancia
cuando se consigue mediante distintos procedimientos no ser controlado adecuadamente.
Y esto va en distintas materias: desde la falta de respeto de las leyes del tránsito y la
convivencia vial por parte de peatones, ciclistas, motoristas, automovilistas, conductores y
usuarios de locomoción colectiva hasta la construcción en las dunas, las colusiones
empresariales, el mal uso y la apropiación de recursos públicos por parte de militares y policías
en servicio activo, el tráfico de armas y de drogas.

Pero de eso poco o nada ocupa la atención de las autoridades y de la sociedad, porque lo que
importa es la delincuencia más espectacular, sin entender que ella tiene posibilidades de
existir porque el deterioro ético de la sociedad le genera un marco de permiso sutil.
El tema de la delincuencia y del crimen organizado se inserta en este marco. Se alude mucho
al tema de los inmigrantes. Eso es parcialmente cierto, porque en verdad muchos de los
grupos organizados dedicados al delito están integrados por extranjeros. Pero también la
llegada de inmigrantes, que es parte de la historia de cómo se constituye la sociedad chilena,
ha sido un aporte muy positivo para la construcción de la sociedad. Basta ver los apellidos de
los chilenos para darnos cuenta de la enorme presencia de alemanes, italianos, suizos,
franceses, árabes, polacos, rusos, chinos, japoneses. La migración de los países americanos
hacia Chile se gesta en forma masiva tanto por la situación de la economía en los países de
origen de las personas, pero también por la debilidad del funcionamiento institucional a partir
de la precariedad ética que he señalado antes. La entrada clandestina o simplemente irregular,
la ineficacia del aparato estatal para los trámites de migración, la incapacidad de ejercer el
control de cumplimiento de las leyes, la ineficacia y la corrupción policial, colaboran en el
mismo sentido.

El crimen organizado en Chile cuenta con la presencia de extranjeros, pero también de
chilenos. El tráfico de drogas – Chile ha pasado de ser solamente un pasadizo de la droga a ser
un espacio comercial muy apetecido por el alto consumo en todos los niveles – ya existía en
Chile antes de la última ola migratoria. Pero es verdad que se ha intensificado, tal como sucede
con la comisión de otros delitos que han ido en aumento. De hecho, el homicidio y los asaltos
eran en general delitos que se cometían con “arma blanca” es decir, cuchillos. Sin embargo, la

proliferación de armamento de fuego, desde pistolas de bajo calibre hasta metralletas, ha
generado que estos delitos se cometan con mayor gravedad y espectacularidad.
Cuando hablamos del uso de armas de este tipo, estamos obligados a poner atención en que
muchos de estos armamentos provienen de arsenales policiales o militares. El más sonado
caso que se nos viene de inmediato a la memoria es el robo del armamento que estaba
guardado en las dependencia de la comisaría de Carabineros de Providencia.
Hoy los homicidios y asaltos son con armas de fuego y se desarrollan con dos características
adicionales: violencia manifiesta y sin límites, por una parte y, por otra, la presencia de muchos
menores de edad.

La falta de perspectivas y posibilidades para muchos jóvenes, el dinero fácil que se promete,
la impunidad de muchas acciones criminales, el liderazgo de los jefes de las agrupaciones
criminales, atrae a ese grupo etáreo en los sectores marginales de la sociedad. Y mientras esos
jóvenes cometen esos delitos, en los sectores de mayor nivel económico de la sociedad
aumenta el consumo de drogas.

No podemos negar que muchas veces hemos escuchado discursos políticos que justifican el
delito en diferentes ámbitos. Ya sea en los sectores de la derecha o de la izquierda. Con
diferentes argumentos se va explicando que no hay otras conductas posibles; o que las cosas
no son tan graves; o que los responsables son siempre otros. Ése es justamente el mayor
problema de la sociedad chilena hoy en día: que todos se sienten justificados. Cuando vemos
a un Alcalde tratando de explicar los delitos por los cuales está imputado en un contexto
ideológico; o vimos antes a un subsecretario de Pesca diciendo que no veía nada malo en
seguir recibiendo dinero de las empresas del rubro; o aquel que explica las evasiones en el
Metro o en los buses con la invocación de la pobreza o la inevitable rebeldía estudiantil ante
las alzas; o los empresarios que dicen que ponerse de acuerdo con otros empresarios del
mismo tema no puede ser un delito; no podemos menos que alarmarnos por la laxitud moral
para eximirse de la responsabilidades de sus actos.

¿Dónde están las salidas?
Un amigo, intelectual chileno, me hablaba hace unos días acerca del tema de los delitos
violentos, a raíz de que un pariente suyo había sufrido un asalto de ese tipo, en el que
afortunadamente no resultó con lesiones. Me decía que esto ya era inaceptable y que él quería
que las autoridades tomaran medidas drásticas. En su pasión argumental, afirmaba que el
gobierno no estaba haciendo lo que debía hacer y proponía cambiar a la ministra del Interior.
Luego agregó que sería necesario que actuaran los militares mediante una declaración de
estado de sitio. Y la guinda de la torta fue invocar que la mano dura debía considerar todo lo
necesario para que no volvieran más a delinquir estas personas y se desincentivara a los
demás potenciales delincuentes, recordando que en las dictaduras se puede ser más eficiente
en este tipo de asuntos.
Es entonces cuando me pregunto: ¿Hasta qué punto todo esto que he expresado previamente
pone en peligro la democracia? Porque si alguien que es demócrata, intelectual, con edad
mayor como para que se espere ponderación y madurez, reacciona así, evidentemente que
no podremos esperar otra cosa de gente con menos formación.
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No es la delincuencia la que pone en riesgo la vida democrática, sino los políticos, los
dirigentes de la sociedad, las personas de mayor cultura, que no son capaces de enfrentar este
ambiente de desidia ética en el que se enmarca el delito. Cuando alguien comete infracciones
“porque puede hacerlo sin sanción”, está dando la señal de que es cosa de “poder “ hacerlo y
basta.
Añorar una dictadura es atroz, porque ya sabemos que en ella no sólo no se aplaca el delito,
sino que se incrementa la inseguridad ciudadana por otras razones. Es verdad que cuando hay
autoridades que no se sujetan a más ley que la de su sola voluntad, los delincuentes pueden
ser reprimidos sin sujetarse a las normas propias de un Estado organizado y que respeta el
derecho. Pero eso abre paso a la arbitrariedad.

En Chile debe cumplirse la ley. Si las leyes son malas, habrá que mejorarlas. Eso es
responsabilidad del gobierno y del Congreso Nacional. Pero las leyes no resuelven todo por el
mero hecho de haberse publicado. Es necesario que las leyes sean respetadas por todos.
Partiendo por las autoridades, que es lo propio de las democracias, donde quienes ejercen
cargos deben ajustarse a procedimientos establecidos y no pueden actuar a su mero deseo.
En dictadura, un grupo de traficantes de drogas fue detenido. Sin mediar juicio ni
procedimiento alguno, esas personas fueron puestas a disposición de agentes del FBI de
Estados Unidos, quienes se las llevaron del país. Eso en una democracia no se puede hacer.
Para que las cosas funcionen, la autoridades deben cumplir con su deber. Fiscales que
investiguen con policías honestas y reúnan pruebas suficientes. Jueces que actúen de modo
independiente y tengan la protección suficiente para que no sean intimidados por los
delincuentes. Un sistema de cárceles que permita la rehabilitación de los condenados y su
correcta reinserción social. Una sociedad que acoja a las personas que han cumplido sus
sentencias y quieren tener un espacio legítimo para desenvolverse.

Para conseguir todo ello se debe hacer un trabajo profundo y de largo plazo, donde lo primero
sea conseguir que el conjunto de las personas entienda que cada uno es responsable de sí
mismo y de su entorno y que se fortalezca la organización democrática desde la base social.
Cuando las personas tienen un espacio para comprometerse con su mundo inmediato y se
pone de relieve la capacidad de concordar soluciones, la sociedad entera se beneficia. Eso se
llama “democracia participativa”, donde los ciudadanos y los habitantes de un lugar no sólo
deben cumplir con preceptos mandatados desde fuera, sino que generan un modo de vivir
más armónico en el cual todos pueden intervenir para, entre otras cosas, evitar o combatir el
delito. Eso es un esfuerzo del mundo político por generar espacios democráticos y fortalecer
la educación social con sentido cívico.

Pero ya lo dije: es tarea de largo plazo. Un esfuerzo sistemático y organizado por conseguir
cambiar los patrones culturales reales en los cuales nos desenvolvemos, con el objetivo de
construir pilares morales y éticos suficientemente sólidos. Y aunque sea en “largo plazo”, el
trabajo debe comenzar hoy.

Pero hay una cuestión previa y urgente que se da en dos planos: mejorar la prevención del
delito y conseguir que las instituciones cumplan cabal y honradamente sus cometidos. Eso
facilitará una de las mayores tareas urgentes de este tiempo: desarticular el crimen
organizado.

Para la prevención debe existir un aparato de análisis de inteligencia policial a cargo de una
oficina especializada que no tenga otra función que esa y que se nutra de la información que
recabe a través de todos los intervinientes en el tema. Eso es un aspecto.
El otro aspecto es que debe haber una policía cuya finalidad sea la vigilancia y la prevención
orientadas a la seguridad de la población del país. ¿Existe hoy? Si y no. Existe la institución,
pero esa función se ha desdibujado. Me refiero a carabineros.
Esta es una policía militarizada cuya finalidad principal debe ser la vigilancia de las calles en
el sentido de lograr la prevención de los delitos y la disuasión de quienes quieren delinquir.
Para eso deben estar en las calles, recorriendo y entregando una vigilancia permanente. En
Chile hay aproximadamente 43.000 funcionarios de Carabineros, pero ellos no actúan
prioritariamente en prevención.

Tal vez el número debe ser mayor, pero todos deben concentrarse en unidades policiales que
cubran todo el territorio y actúen, debidamente coordinados con la oficina de análisis de
inteligencia policial, por presencia en las calles, con patrullajes constantes y vigilancia en
puntos críticos, debidamente armados y alejados de toda otra función. Eso significa que los
funcionarios no deben cumplir tareas de administración, las que deben ser desempeñadas por
personal civil, pasando ellos a integrarse a funciones de acción policial. Tampoco deben
realizar funciones de investigación, las que deben centralizarse en una policía especializada
en investigar los delitos. Los funcionarios que ahora cumplen esas labores deben cambiar de
institución. Las fronteras deben estar a cargo de otros grupos policiales dedicados a eso
exclusivamente. El cuidado de personas importantes – como se llama ahora – y la guardia de
Palacio, debe radicar en personal ajeno a Carabineros. Y todas las otras funciones como
bienestar, hospitales, atención de vehículos, debe estar a cargo de personal civil.
Nadie hasta ahora se ha atrevido a proponer esto en el ámbito político o de gobierno. Esto
sería reorganizar la policía y es algo que se puede hacer en forma muy rápida, dejando de lado
el discurso emocional de “nuestros carabineros” y todo aquello que lleva a hablar de mártires
cuando las personas mueren en cumplimiento del deber.

Las medidas concretas pueden tomarse casi todas por la vía administrativa y no hacerlo es
nada más que postergar lo urgente por miedo a que haya sectores que se encabriten porque
se toca a una institución que se ha sacralizado.

La sociedad necesita organizarse y democratizarse. Es verdad que hay mucho que hacer. Pero
en la urgencia es mucho lo que se puede avanzar, aunque la Constitución pinochetista siga
poniendo trabas, porque son asuntos que están en el ámbito de la administración. No se
requieren ni muchos más recursos económicos ni permisos de nadie.
La democracia está en peligro, porque los que dirigen el país han caído en el peligroso juego
de escuchar cantos de sirena y temer a enemigos velados.
Este es el momento de actuar.