Saludo y agradezco la presencia de todos quienes están en esta sala.
Inicio mi presentación agradeciendo a la Fundación Cultural de Providencia, que una vez más demuestra su compromiso con la cultura, entregando generosamente este espacio para la presentación de este libro.
Saludo y agradezco a Maru, mi pareja y coautora del libro. Y a Rosa Giannini por su palabras y por aceptar estar aquí en un día muy importante para ella: como dijo Maru, hoy es su cumpleaños. Feliz año nuevo de la vida, Rosa.
Agradezco a Arturo Infante, a Verónica Vergara y a todo el personal de Catalonia, por confiar en nosotros y asumir la aventura de este nuevo libro que, con casi certeza digo, no será el último.
Quiero agradecer especialmente a mi hija Mariana, por sus gestiones y apoyo para la publicación de este libro y por su ayuda para esta presentación.
Me gusta ver las caras de amigos y parientes, también de aquellos colegas que llegan, de todos y cada uno de los que están aquí presentes.
El escritor no es nada sin sus lectores.
El libro se escribe para ser leído, con el afán de compartir lo que alguien tiene que decir, ya se trate de un ensayo, una novela o un poema.
Skármeta nos cuenta, en la novela que dio origen a la película Il Postino, que cuando el cartero lee la carta que mandó a su novia al poeta con el que conversa, éste lo interpela diciendo: “Pero ese es un poema mío”. La respuesta del cartero es categórica: “el poema publicado ya no es del poeta, sino del que lo necesita”.
Por eso es para nosotros tan importante la presencia de ustedes esta tarde y la lectura que harán de este libro. Sus comentarios serán útiles para nosotros.
Este es un nuevo libro para mí. Hace ya casi sesenta años publiqué mi primer libro, esa vez con poemas y cuentos míos y de Ricardo Salvador, compañero de colegio y amigo hasta hoy aunque nos separe el Atlántico.
Muchos de mis libros los he escrito solo, pero también he participado en la aventura de publicar en obras colectivas. Con otro autor, con cuatro o con 10 o más. Pero nunca había escrito un libro como éste: dos personas que conversan todo, escriben y se corrigen mutuamente, revisan minuciosamente, se dan ideas. Es una obra a dos manos pero de verdad. No es que cada uno escriba su parte o que un par de borradores haya sido reunido como un solo texto. Eso lo he hecho antes. Pero esto ha sido una experiencia novedosa.
Decidimos escribir este libro con la intención de que pudiera serle útil a muchas personas.
Es una obra vital, respetuosa, que contiene información y ejercicios, llena de testimonios que probablemente van a ser internalizados por muchos, pues las vivencias de cada uno, si bien son únicas, también tienen algo de generales. Porque los seres humanos nos parecemos, probablemente mucho más de lo que nos gustaría. Únicos e irrepetibles, gracias dios, pero también muy parecidos.
La psicología y otras disciplinas nos ofrecen clasificaciones en tipos de personalidad. Ello siempre es una generalización, pero nos ofrece posibilidades de autoconocimiento.
En este libro es eso lo que pretendemos: que cada uno descubra de sí mismo lo que es exclusivo y lo que tiene en común con otros, encontrando pautas para su propio camino de desarrollo.
¿Cómo entendemos el desarrollo personal?
Es la expansión de aquella potencia de divinidad que todos llevamos en nuestra esencia, inmersos en la realidad terrenal. Porque el desarrollo de la persona se hace en el mundo real en el que nos toca vivir. No es un acto solitario, sino que necesariamente nos vincula con otros, estableciendo nexos circunstanciales o permanentes. Apuntamos a ser más conscientes de quienes somos, cuáles son nuestras tareas, nuestros recursos, nuestros límites, en suma, a conocernos mejor y por lo tanto abrir las posibilidades de ser más felices. Pues en la medida que nos conocemos podemos actuar con mayor propiedad en el cumplimiento de la misión de vida y con eso sentirnos realizados.
Nunca es demasiado temprano o demasiado tarde para partir. Niños y adultos podemos iniciar el camino y lograr grados de conciencia mayor. Hace veinte o quizás más años, conduje el primer taller de Alquimia Vital. Había participantes de las más diversas edades: desde una mujer de 17 años hasta una muchacha de 86, hombres de 60 o 25, mujeres de toda la escala de años, aunque siempre jóvenes en espíritu. En los últimos años – y allí coincidimos con Maru – los talleres eran sólo para personas mayores de 60 años. Todas estas experiencias han sido riquísimas y es lo que nos motivó a escribir el libro. Ya no continuaré haciendo talleres, sino que a partir de este año he concentrado mi quehacer profesional en escribir y atender personas.
Con este libro, los lectores encontrarán instrumentos útiles para avanzar en sí mismos y con ello enriquecer sus terapias u otros procesos de conocimiento personal que quieran seguir.
Decimos en el libro que “La palabra Alquimia se ha hecho común en el uso de las personas interesadas en los temas llamados místicos o esotéricos u holísticos. Incluso hay quienes, en los tiempos actuales, han intentado apropiarse del término para popularizar ciertas técnicas desarrolladas por ellos mismos, en el ánimo de unir cabos con las más antiguas tradiciones, no siempre con éxito.”
Estamos frente a un acto de transformación armónica de la realidad, mediante el uso de ciertos y determinados procedimientos.
Desde los más antiguos filósofos árabes hasta nuestros días, los alquimistas han buscado la forma de transformar lo imperfecto en perfecto. En términos simbólicos, los metales impuros en oro. Desde tiempos inmemoriales han existido buscadores de la perfección, aun sabiendo que ella sólo se alcanza en el acceso a la divinidad. Mientras, la tarea del alquimista consistirá en ayudar a los seres humanos a aproximarse a ella.
Este paradigma – decimos Maru y yo en el libro – lleva al ser humano a conectarse con la realidad, no como algo que está dado y es inamovible, sino con la capacidad de introducir desde su experiencia y su creatividad, desde su intuición y su raciocinio, modificaciones que vayan haciéndola mejor para su propia vida.
El ser humano es la integración de la realidad corporal con la realidad inmaterial, donde se contienen la emoción, la mente y la espiritualidad, que es lo que da continuidad a la experiencia al vincularla a la trascendencia o a la divinidad. La Alquimia nos invita a combinar adecuadamente todas nuestras facetas, informaciones, deseos, conocimientos, experiencias, para avanzar armónicamente hacia la perfección. Este no es un aprendizaje teórico, sino una experiencia. Es decir, una persona puede tener una aproximación intelectual, pero ello nunca le permitirá comprender cabalmente lo que es el trabajo alquímico, mientras no lo inicie en la práctica.
Al escribir este libro y entregarlo gracias a Catalonia a todos ustedes, los futuros lectores, no pretendemos más que mostrar aplicaciones concretas que faciliten a cada uno hacer su propia búsqueda. La Alquimia – hemos dicho – es conocimiento de sí mismo, integración de las partes, desarrollo de la conciencia, aplicación en la vida diaria de aquello que descubrimos en nosotros mismos mediante métodos muy diversos.
La Alquimia no es EL camino, sino UN camino.
Cuando se inicia la aproximación al conocimiento de la Alquimia, nos adentramos en lo más profundo de los secretos humanos. Queremos saberlo todo y al mismo tiempo nace la tentación de manejarlo todo, sin darnos cuenta de que ambas cosas son imposibles. Mientras más sabemos, más se abren las perspectivas de información, conocimiento y sabiduría, quedando la meta más lejos de nuestro alcance. “Mientras más aprendo, mientras más sé, tomo conciencia de lo mucho más que me falta por conocer”, dijo el sabio sufí a sus amigos, pues es como querer alcanzar el horizonte, que siempre está lejos y cargado de realidades desconocidas.
Los alquimistas del mundo en todos los tiempos, hemos querido penetrar en la búsqueda de las respuestas que lleven al ser humano hacia la perfección: convertir lo imperfecto en perfecto, lo impuro en puro, lo ignorado en sabido, lo desperdigado en integrado, las creencias en certezas, lo aparente en real, lo inconsciente en consciente. Por eso la Alquimia es rebeldía, ya que se topa con el poder establecido, con las estructuras que apuntan básicamente a estrategias de dominación y sometimiento, donde minorías quieren ser dueñas de todo, manteniendo a las mayorías marginadas de los beneficios de la vida humana. Unos pocos, autoconstituidos en reyes o sacerdotes de dioses de mirada humana, se erigen como dueños de los derechos y dispensadores de las libertades. La fuerza física y la ambición desmedida han sido los ejes principales de la construcción de las sociedades, mientras los “alquimistas”, aquellos que buscamos algo más allá de ese poder mundano para beneficios concretos, intentamos abrir puertas en medio del arte, la creatividad, la espiritualidad, los oráculos, el trabajo interior.
Esta rebeldía ha sido duramente reprimida por siglos y milenios, pero finalmente ha conseguido abrirse paso y ganar posiciones. El mundo oficial ha sido hostil a esta búsqueda, pero poco a poco han surgido grupos humanos dispuestos a escuchar y a interesarse en ella. De esa hostilidad manifiesta, han surgido miradas de asombro a la ruptura de los márgenes establecidos desde el poder, cuando se rebasa “el desorden establecido” en cuya caracterización encontramos la injusticia, el poder desmedido, la mentira, la violencia, como elementos propios de su existencia.
Cada vez más la humanidad se abre a miradas diferentes, surgen espacios nuevos en los que es posible proponer ideas distintas, se alzan voces invocando principios y propuestas que permitirán, desde la rebeldía inicial, construir un mundo de personas más conscientes.
En 1486, un personaje excepcional como fue Giovanni Picco de la Mirandola, dijo: “El hombre es un intermediario entre las criaturas, el amigo íntimo de los seres superiores y el rey de los seres inferiores, el intérprete de la naturaleza por la agudeza de sus sentidos, por la indagadora curiosidad de su razón, por la luz de su inteligencia, el intervalo entre la eternidad permanente y el flujo del tiempo”.
Sin duda, estamos viviendo una época en la que son evidentes grandes transformaciones. Algunos se han asustado y temen el fin del mundo, las guerras y la destrucción de la humanidad. Otros anticipan tiempos terribles en los cuales la tecnología y las máquinas someterán a los humanos o, un poco menos, habrá ciertos humanos que, manejando las máquinas, podrán controlar la vida de miles de millones.
El ser humano, sin embargo es capaz de hacer grandes modificaciones de la realidad y las que importan son las que nacen de la decisión consciente y voluntaria de reorientar el rumbo imperante.
Esta capacidad de modificar la realidad la llamamos “magia” y los magos son aquellas personas capaces de introducir – ya dijimos, en forma consciente y voluntaria – las transformaciones en todo lo ancho y largo de la experiencia vital humana.
La más grande de las transformaciones es la que hace la persona desde su propia esencia para acceder al camino de la plenitud y la perfección. Esa es la Alta Magia. Esa es la Alquimia Vital.
La propuesta de los alquimistas nos orienta a encontrar el camino para el cumplimiento de la tarea personal. Pues, no hay nada más perfecto que cumplir la tarea para la cual se ha nacido. Y sólo es necesario encontrarla. Eso lo lograremos cruzando el pórtico que se alza frente a nuestros ojos, ese mágico umbral que debemos atravesar para adquirir conocimientos teóricos y prácticos útiles a nuestro propio proceso de desarrollo.
La felicidad es un estado del alma que resulta del cumplimiento de nuestra tarea de vida. Es posible ser feliz en medio de las penas, porque la alegría transitoria, el contentamiento, pasarlo bien, son situaciones puntuales, tanto como las penas, los dolores y los malestares. La felicidad es un estado permanente que se consigue al encontrar la ruta hacia el pórtico final, aunque eso sea en el último momento de nuestra existencia humana.
¿Quiénes son los alquimistas hoy?
Todos y cada uno de nosotros podemos ser magos y alquimistas, al ser capaces de transformar nuestra vida, nuestro entorno y, en algún tiempo, la sociedad entera para alcanzar esa felicidad.
Estamos en los primeros tramos de una nueva Era para la humanidad.
Con la mirada puesta en ella, pretendemos poner nuestro grano de arena para que las personas que accedan a este libro encuentren una orientación útil.
Todos los humanos tenemos un rol que desempeñar en la construcción de un mundo más armónico, humano, respetuoso, en suma, donde todas las personas podamos ejercer nuestro derecho y cumplir la tarea de ser feliz.
Pues como dijo Benedetti, queremos vivir en una sociedad en la que podamos ser felices, aunque no tengamos permiso.
Saludo y agradezco la presencia de todos quienes están en esta sala.
Inicio mi presentación agradeciendo a la Fundación Cultural de Providencia, que una vez más demuestra su compromiso con la cultura, entregando generosamente este espacio para la presentación de este libro.
Saludo y agradezco a Maru, mi pareja y coautora del libro. Y a Rosa Giannini por su palabras y por aceptar estar aquí en un día muy importante para ella: como dijo Maru, hoy es su cumpleaños. Feliz año nuevo de la vida, Rosa.
Agradezco a Arturo Infante, a Verónica Vergara y a todo el personal de Catalonia, por confiar en nosotros y asumir la aventura de este nuevo libro que, con casi certeza digo, no será el último.
Quiero agradecer especialmente a mi hija Mariana, por sus gestiones y apoyo para la publicación de este libro y por su ayuda para esta presentación.
Me gusta ver las caras de amigos y parientes, también de aquellos colegas que llegan, de todos y cada uno de los que están aquí presentes.
El escritor no es nada sin sus lectores.
El libro se escribe para ser leído, con el afán de compartir lo que alguien tiene que decir, ya se trate de un ensayo, una novela o un poema.
Skármeta nos cuenta, en la novela que dio origen a la película Il Postino, que cuando el cartero lee la carta que mandó a su novia al poeta con el que conversa, éste lo interpela diciendo: “Pero ese es un poema mío”. La respuesta del cartero es categórica: “el poema publicado ya no es del poeta, sino del que lo necesita”.
Por eso es para nosotros tan importante la presencia de ustedes esta tarde y la lectura que harán de este libro. Sus comentarios serán útiles para nosotros.
Este es un nuevo libro para mí. Hace ya casi sesenta años publiqué mi primer libro, esa vez con poemas y cuentos míos y de Ricardo Salvador, compañero de colegio y amigo hasta hoy aunque nos separe el Atlántico.
Muchos de mis libros los he escrito solo, pero también he participado en la aventura de publicar en obras colectivas. Con otro autor, con cuatro o con 10 o más. Pero nunca había escrito un libro como éste: dos personas que conversan todo, escriben y se corrigen mutuamente, revisan minuciosamente, se dan ideas. Es una obra a dos manos pero de verdad. No es que cada uno escriba su parte o que un par de borradores haya sido reunido como un solo texto. Eso lo he hecho antes. Pero esto ha sido una experiencia novedosa.
Decidimos escribir este libro con la intención de que pudiera serle útil a muchas personas.
Es una obra vital, respetuosa, que contiene información y ejercicios, llena de testimonios que probablemente van a ser internalizados por muchos, pues las vivencias de cada uno, si bien son únicas, también tienen algo de generales. Porque los seres humanos nos parecemos, probablemente mucho más de lo que nos gustaría. Únicos e irrepetibles, gracias dios, pero también muy parecidos.
La psicología y otras disciplinas nos ofrecen clasificaciones en tipos de personalidad. Ello siempre es una generalización, pero nos ofrece posibilidades de autoconocimiento.
En este libro es eso lo que pretendemos: que cada uno descubra de sí mismo lo que es exclusivo y lo que tiene en común con otros, encontrando pautas para su propio camino de desarrollo.
¿Cómo entendemos el desarrollo personal?
Es la expansión de aquella potencia de divinidad que todos llevamos en nuestra esencia, inmersos en la realidad terrenal. Porque el desarrollo de la persona se hace en el mundo real en el que nos toca vivir. No es un acto solitario, sino que necesariamente nos vincula con otros, estableciendo nexos circunstanciales o permanentes. Apuntamos a ser más conscientes de quienes somos, cuáles son nuestras tareas, nuestros recursos, nuestros límites, en suma, a conocernos mejor y por lo tanto abrir las posibilidades de ser más felices. Pues en la medida que nos conocemos podemos actuar con mayor propiedad en el cumplimiento de la misión de vida y con eso sentirnos realizados.
Nunca es demasiado temprano o demasiado tarde para partir. Niños y adultos podemos iniciar el camino y lograr grados de conciencia mayor. Hace veinte o quizás más años, conduje el primer taller de Alquimia Vital. Había participantes de las más diversas edades: desde una mujer de 17 años hasta una muchacha de 86, hombres de 60 o 25, mujeres de toda la escala de años, aunque siempre jóvenes en espíritu. En los últimos años – y allí coincidimos con Maru – los talleres eran sólo para personas mayores de 60 años. Todas estas experiencias han sido riquísimas y es lo que nos motivó a escribir el libro. Ya no continuaré haciendo talleres, sino que a partir de este año he concentrado mi quehacer profesional en escribir y atender personas.
Con este libro, los lectores encontrarán instrumentos útiles para avanzar en sí mismos y con ello enriquecer sus terapias u otros procesos de conocimiento personal que quieran seguir.
Decimos en el libro que “La palabra Alquimia se ha hecho común en el uso de las personas interesadas en los temas llamados místicos o esotéricos u holísticos. Incluso hay quienes, en los tiempos actuales, han intentado apropiarse del término para popularizar ciertas técnicas desarrolladas por ellos mismos, en el ánimo de unir cabos con las más antiguas tradiciones, no siempre con éxito.”
Estamos frente a un acto de transformación armónica de la realidad, mediante el uso de ciertos y determinados procedimientos.
Desde los más antiguos filósofos árabes hasta nuestros días, los alquimistas han buscado la forma de transformar lo imperfecto en perfecto. En términos simbólicos, los metales impuros en oro. Desde tiempos inmemoriales han existido buscadores de la perfección, aun sabiendo que ella sólo se alcanza en el acceso a la divinidad. Mientras, la tarea del alquimista consistirá en ayudar a los seres humanos a aproximarse a ella.
Este paradigma – decimos Maru y yo en el libro – lleva al ser humano a conectarse con la realidad, no como algo que está dado y es inamovible, sino con la capacidad de introducir desde su experiencia y su creatividad, desde su intuición y su raciocinio, modificaciones que vayan haciéndola mejor para su propia vida.
El ser humano es la integración de la realidad corporal con la realidad inmaterial, donde se contienen la emoción, la mente y la espiritualidad, que es lo que da continuidad a la experiencia al vincularla a la trascendencia o a la divinidad. La Alquimia nos invita a combinar adecuadamente todas nuestras facetas, informaciones, deseos, conocimientos, experiencias, para avanzar armónicamente hacia la perfección. Este no es un aprendizaje teórico, sino una experiencia. Es decir, una persona puede tener una aproximación intelectual, pero ello nunca le permitirá comprender cabalmente lo que es el trabajo alquímico, mientras no lo inicie en la práctica.
Al escribir este libro y entregarlo gracias a Catalonia a todos ustedes, los futuros lectores, no pretendemos más que mostrar aplicaciones concretas que faciliten a cada uno hacer su propia búsqueda. La Alquimia – hemos dicho – es conocimiento de sí mismo, integración de las partes, desarrollo de la conciencia, aplicación en la vida diaria de aquello que descubrimos en nosotros mismos mediante métodos muy diversos.
La Alquimia no es EL camino, sino UN camino.
Cuando se inicia la aproximación al conocimiento de la Alquimia, nos adentramos en lo más profundo de los secretos humanos. Queremos saberlo todo y al mismo tiempo nace la tentación de manejarlo todo, sin darnos cuenta de que ambas cosas son imposibles. Mientras más sabemos, más se abren las perspectivas de información, conocimiento y sabiduría, quedando la meta más lejos de nuestro alcance. “Mientras más aprendo, mientras más sé, tomo conciencia de lo mucho más que me falta por conocer”, dijo el sabio sufí a sus amigos, pues es como querer alcanzar el horizonte, que siempre está lejos y cargado de realidades desconocidas.
Los alquimistas del mundo en todos los tiempos, hemos querido penetrar en la búsqueda de las respuestas que lleven al ser humano hacia la perfección: convertir lo imperfecto en perfecto, lo impuro en puro, lo ignorado en sabido, lo desperdigado en integrado, las creencias en certezas, lo aparente en real, lo inconsciente en consciente. Por eso la Alquimia es rebeldía, ya que se topa con el poder establecido, con las estructuras que apuntan básicamente a estrategias de dominación y sometimiento, donde minorías quieren ser dueñas de todo, manteniendo a las mayorías marginadas de los beneficios de la vida humana. Unos pocos, autoconstituidos en reyes o sacerdotes de dioses de mirada humana, se erigen como dueños de los derechos y dispensadores de las libertades. La fuerza física y la ambición desmedida han sido los ejes principales de la construcción de las sociedades, mientras los “alquimistas”, aquellos que buscamos algo más allá de ese poder mundano para beneficios concretos, intentamos abrir puertas en medio del arte, la creatividad, la espiritualidad, los oráculos, el trabajo interior.
Esta rebeldía ha sido duramente reprimida por siglos y milenios, pero finalmente ha conseguido abrirse paso y ganar posiciones. El mundo oficial ha sido hostil a esta búsqueda, pero poco a poco han surgido grupos humanos dispuestos a escuchar y a interesarse en ella. De esa hostilidad manifiesta, han surgido miradas de asombro a la ruptura de los márgenes establecidos desde el poder, cuando se rebasa “el desorden establecido” en cuya caracterización encontramos la injusticia, el poder desmedido, la mentira, la violencia, como elementos propios de su existencia.
Cada vez más la humanidad se abre a miradas diferentes, surgen espacios nuevos en los que es posible proponer ideas distintas, se alzan voces invocando principios y propuestas que permitirán, desde la rebeldía inicial, construir un mundo de personas más conscientes.
En 1486, un personaje excepcional como fue Giovanni Picco de la Mirandola, dijo: “El hombre es un intermediario entre las criaturas, el amigo íntimo de los seres superiores y el rey de los seres inferiores, el intérprete de la naturaleza por la agudeza de sus sentidos, por la indagadora curiosidad de su razón, por la luz de su inteligencia, el intervalo entre la eternidad permanente y el flujo del tiempo”.
Sin duda, estamos viviendo una época en la que son evidentes grandes transformaciones. Algunos se han asustado y temen el fin del mundo, las guerras y la destrucción de la humanidad. Otros anticipan tiempos terribles en los cuales la tecnología y las máquinas someterán a los humanos o, un poco menos, habrá ciertos humanos que, manejando las máquinas, podrán controlar la vida de miles de millones.
El ser humano, sin embargo es capaz de hacer grandes modificaciones de la realidad y las que importan son las que nacen de la decisión consciente y voluntaria de reorientar el rumbo imperante.
Esta capacidad de modificar la realidad la llamamos “magia” y los magos son aquellas personas capaces de introducir – ya dijimos, en forma consciente y voluntaria – las transformaciones en todo lo ancho y largo de la experiencia vital humana.
La más grande de las transformaciones es la que hace la persona desde su propia esencia para acceder al camino de la plenitud y la perfección. Esa es la Alta Magia. Esa es la Alquimia Vital.
La propuesta de los alquimistas nos orienta a encontrar el camino para el cumplimiento de la tarea personal. Pues, no hay nada más perfecto que cumplir la tarea para la cual se ha nacido. Y sólo es necesario encontrarla. Eso lo lograremos cruzando el pórtico que se alza frente a nuestros ojos, ese mágico umbral que debemos atravesar para adquirir conocimientos teóricos y prácticos útiles a nuestro propio proceso de desarrollo.
La felicidad es un estado del alma que resulta del cumplimiento de nuestra tarea de vida. Es posible ser feliz en medio de las penas, porque la alegría transitoria, el contentamiento, pasarlo bien, son situaciones puntuales, tanto como las penas, los dolores y los malestares. La felicidad es un estado permanente que se consigue al encontrar la ruta hacia el pórtico final, aunque eso sea en el último momento de nuestra existencia humana.
¿Quiénes son los alquimistas hoy?
Todos y cada uno de nosotros podemos ser magos y alquimistas, al ser capaces de transformar nuestra vida, nuestro entorno y, en algún tiempo, la sociedad entera para alcanzar esa felicidad.
Estamos en los primeros tramos de una nueva Era para la humanidad.
Con la mirada puesta en ella, pretendemos poner nuestro grano de arena para que las personas que accedan a este libro encuentren una orientación útil.
Todos los humanos tenemos un rol que desempeñar en la construcción de un mundo más armónico, humano, respetuoso, en suma, donde todas las personas podamos ejercer nuestro derecho y cumplir la tarea de ser feliz.
Pues como dijo Benedetti, queremos vivir en una sociedad en la que podamos ser felices, aunque no tengamos permiso.